sábado, 19 de octubre de 2013

EL EVANGELIO DEL PRÓXIMO DOMINGO


 
DEL EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 18, 1-8

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola:
- Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario"; por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara”.
Y el Señor respondió:
- Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?, o ¿les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?




 
 
 
COMENTARIO:

Nos cuentan los biógrafos del Santo Cura de Ars que este respondía a un joven sacerdote que se lamentaba de no ver los frutos de sus desvelos pastorales: “¿No será que no rezas con fe?, ¿no será que no lo haces frecuentemente?, ¿no será que no lo haces con insistencia?”Aquí está la clave de nuestra oración, de nuestras plegarias: fe, frecuencia e insistencia.
Jesús siempre pedía un poco de fe a los enfermos para ser curados y salvados. El ciego, que grita, al borde del camino de Jericó (Lucas 18,35-43), pidiendo insistentemente compasión tras el Maestro, consigue el milagro por su perseverancia. El centurión romano consigue que su siervo recupere la salud por su fe ciega (Mateo 8:5-13), sin que sea necesario que el Maestro vaya a su casa. El hombre enfermo que llevaba 30 años (implorando, día tras día) ante La Piscina de Bethesda, consigue el milagro de la curación (Juan 5)...
Hoy nos quejamos que no se dan los milagros que se daban en los tiempos de Jesús. Unos afirman que hoy ya no los necesitamos, porque tenemos una fe sólida; otros afirman lo contrario: nos falta fe para que se produzcan los milagros de antaño; no falta quien diga que hoy la ciencia explicaría fácilmente los prodigios de Jesús. ¿A quién hacemos caso?
Los signos externos muestran que el número de creyentes practicantes disminuye en nuestras iglesias europeas; por tanto, la fe está debilitándose a marchas aceleradas. Los que permanecen firmes en la fe también corren el peligro de desalentarse al quedar tan solos. Ya el propio Jesús vislumbraba este futuro: ¿Quedará algo de esta fe sólida cuando venga el Hijo del Hombre? ¿Son, pues, hoy necesarios los milagros que reanimen la fe en la presencia del Reino entre nosotros? Con seguridad, que más que en los tiempos de Jesús; pues la ciencia parece estar ocupando el puesto que le corresponde a Dios, al menos así lo ven los faltos de fe. Disminuye el número de los que afirman que la ciencia se fundamenta en Dios y procede de él, y Dios Padre se alegra de que cada vez seamos más sabios y mejores científicos, porque este camino nos llevará a él, la Ciencia Suprema.
Sin embargo, no lo olvidemos, hoy lo que nos falta a los creyentes pusilánimes es fe, constancia y frecuencia en la oración; solo así se consigue vencer la misericordia de Dios, que no tardará en atendernos. Nos lo acaba de decir Jesús, el Señor, su Hijo Predilecto, que conoce bien el punto débil de la bondad de Dios Padre.