Del Evangelio Según San Juan (Jn 3,13-17): En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él».
Atraeré a todos hacia mí:
Es domingo, es el día del Señor, es la fiesta de la
Exaltación de la Santa Cruz.
Tú miras la cruz por mirar a quien en ella ha sido
crucificado, pues en él está tu salvación, tu vida, tu resurrección. No dejas
de ir a esa cruz, porque te atrae quien en ella ha sido elevado. No dejarás de abrazarla, porque todo en ella te
habla de amor, del amor sin medida con que Dios te ama, amor revelado en el empobrecimiento
de la encarnación, en la vida y en la muerte de Jesús.
No dejaremos de mirar esa cruz, no dejaremos de ir hacia
ella, no dejaremos de abrazarla, pues no queremos dejar de adorar y bendecir al
Señor que en ella nos ha redimido.
Hoy, lo que por la fe vivimos en admirable e inefable
comunión con Cristo resucitado, no olvidamos que de muchas maneras su cruz
sigue levantada, y el Señor sigue crucificado en su cuerpo que es la Iglesia, y
en su cuerpo que son los pobres.
Ponedle nombre a la cruz, y no dejéis de dárselo también a
los crucificados. Los encontraréis clavados en las razones de las guerras, en
las reglas del sistema económico, en el humilladero de las fronteras, en la
crueldad de las cuchillas que cierran el paso a los hambrientos, en la
fragilidad de pateras, balsas, cayucos, barcones.
Quiero pensar, queridos, que también en la cruz de esos
crucificados Cristo se acerca a nuestra vida para hablarnos del Padre y de
amor; en los pobres, el Señor es levantado delante de nuestros ojos para que,
al mirarlo, al amarlo, al cuidar de él, quedemos curados; quiero pensar que, en
cada crucificado, el Señor nos atrae hacia él, para que seamos semejantes a él
en ternura, en compasión, en misericordia.
Si Cristo nos atrae en los pobres, estaremos con él para
siempre.
Feliz domingo.
Mons: Santiago Agrelo, Obsipo de Tánger